lunes, 22 de diciembre de 2008

Sueño de Marina el día de la Lotería

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12:30 de la mañana. Cuartel general de la familia. Barcelona.

Operación Despertar a Marina, el día después de que se quedara viendo Charly y la Fábrica de chocolate (versión Johnny Depp-Tim Burton).

- Quítame el bolquer.
-¿Con qué has soñado hoy?
- He soñado con mamá, que estaba con la hermanita que tomaba tetita y yo también tomaba tetita, todos juntos

[transcripción aproximada]
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miércoles, 22 de octubre de 2008

Reflexiones sobre la autoestima

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María Novo, Francesco Tonucci, Benvingut, Joan (Cartes a un nen que ha de néixer). Graó. Barcelona: 2006. p. 69:

"El Francesc ens va explicar que de la qualitat de la infància d'una persona depèn, en gran part, la seva felicitat al llarga de tota la vida. I va insistir, una vegada i una altra, en el fet que mai no es prendran prou seriosament aquests primers anys, un temps en que, de vegades, pensem que "no passa res" i resulta que en els vostres caparrons, en els vostres sentiments, en el vostre cor, estan succeint les coses més importants de tota la vostra història.

Vaig escoltar les seves idees pensarosa, sobretot quan ens va explicar que, durant el primer any, tu ja sabràs reconèixer perfectament si ets estimat. I que, precisament, la perecepció que vagis tenint de ser "estimat" influirà molt en la idea que, de mica en mica, et vagis formant de tu mateix com un ésser "estimable" (que té valor per als qui l'envolten). El Francesc ens va dir que d'una cosa aparentment tan senzilla depèn, en gran part, l'actitud que en l'adolescència i en l'edat adulta manifesten molts ésser humans en considerar-se a si mateixos valuosos o no valuosos (això que en diuen "l'autoestima)."



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jueves, 14 de agosto de 2008

El futuro es mujer

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¡Me complace comunicaros a tod@s que a partir de enero de 2009 compartiré mi vida con tres mujeres! Eso, al menos, es lo que me han informado desde el laboratorio hace poco más de una hora. Según los resultados de la amniocentesis, todo sigue bien por ahí dentro.

Felices vacaciones.


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lunes, 4 de agosto de 2008

En mi época le daríamos una buena zurra...

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Siete de la tarde, calor. Marina pide un helado, de nata... no, de nata y chocolate... no que ya has comido chocolate hoy... de nata y eso verde... no, que es menta y no te gustará, ¿de pistacho?, ¿sí?, vale de pistacho... no no, de pistacho no... ¿le importa quitar el pistacho y poner fresa?...

Salimos de la heladería de la Plaza Revolución y nos sentamos en una mesa de la terraza. A un metro como mucho unos viejos observan desde un banco el movimiento de la plaza y a mi hija con el helado mientras comentan la jugada.


El detector de cuerpos y elementos extraños que es Marina constata que hay restos de helado de pistacho y se dispara la sirena en forma de grito y disgusto sin par. Una de las viejas del banco aprovecha la ocasión y suelta a sus pasivas compañeras de banco: "En mi época le hubieran dado una buena zurra con la alpargata", pero bien alto para que se oiga a 20 metros a la redonda.

Caigo en la trampa y me enzarzo con la vieja impertinente en una discusión sobre la conveniencia o no de zurrar a los niños. "Mi hija hace lo mismo, tiene demasiada paciencia con los niños. Son demasiado caprichosos", dice. ¿Y usted no tiene caprichos? ¿Son los niños los únicos ciudadanos sin derecho a caprichos? Y pienso: si a mi me apetece una cervecita fresquita e insisto un poco o mucho en sentarme a tomarla, hay que darme un guantazo, porque si no me mal acostumbraré y me pasaré el resto de mi existencia sentado en una terraza tomando cervezas? Le pregunto si es partidaria también de una buena zurra a la mujer de uno, en caso de que se lo merezca, eso sí, o bien sí sólo hay que darle a los pequeños. Empieza la retahila de reproches. "A palabras necias oidos sordos", espeta mirando hacia otro lado. Una cosa lleva a la otra y todo termina en un tenso silencio después de disputar quién de los dos ha tenido más suerte en la vida: ella por no conocerme o yo por no haber tenido tratos con ella nunca.

Después se me ha ocurrido que podría haber urdido una explicación para taparle la boca a la vieja, como por ejemplo, que la niña estaba nerviosa porque su madre acababa de morir, o porque su hermano tenía cáncer o porque ella está enferma de lo que sea. Hubiese sido una buena salida para cortar de raíz su discurso de malos tratos. Pero estas cosas siempre se le ocurren a uno en el momento inoportuno, a toro pasado.

También podría haberle contado la verdad: que a su madre le acaban de practicar la amniocentesis y que estamos todos tensos y nerviosos en casa por ese motivo, que la niña tiene que gestionar todo esta explosión de emociones y convivencias de la mejor forma que puede y que a veces explota cuando menos se lo esperan ella o los demás. Si hay que comprender a una persona que ha tenido una mal día en el trabajo, ¿por qué ha de ser menos un niño que lleva una semana aguantando una situación extraña y difícil, que no puede irse a dar una vuelta ni llamar a nadie para desahogarse porque todavía no ha cumplido cuatro años?

Pero claro, dar tantas explicaciones podría ser utilizado en mi contra por aquello de excusatio non petita, acusatio manifiesta.

Tras los nervios del fin de semana ayer nos fuimos de urgencias y nos han confirmado que todo va bien por ahí dentro, pero que la gestante debe guardar reposo.


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domingo, 20 de julio de 2008

Nombres

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Bulancia, Camaraoculta, Utalia...

El origen de la asociación de ideas que mueven a una niña de tres años a semejantes propuestas se lo dejo a Freud y seguidores. El viernes, volvíamos de San Boi cuando Marina sugirió estos nombres para el que ha de nacer. Recuerdan a los que ponen sin pudor en el otro lado del charco, por la zona caribeña: "Usnavy", "Etcétera", "Billgates", etc. Seguro que ya corre por ahí algún "Windowsvista". En la República Dominicana cuyos habitantes son, por lo visto, de lo más creativo en eso de poner nombres, debe haber ya decenas de "Obamitas" a punto de empezar a dar sus primeros pasos.

Françoise Dolto sostiene que el nombre hay que ponérselo a la criatura cuando nace, no antes, y recuerdo haber oído a Jodorovsky asmilar a pesadas losas de efectos imprevisibles e inconscientes los nombres que pasan de los antepasados a las nuevas generaciones. Según esta teoría, el nuevo ser se debe llamar de una forma u otra según lo que sugieran su mirada, su actitud ante la vida o sus primeros lamentos. Es una opción para evitar condicionar a la criatura ya desde antes de su nacimiento. No sé si llegaremos a esperar tanto, pero esta vez no nos precipitaremos.



Respecto a los nombres, Dolto recoge una curiosa costumbre ancestral de un pueblo chino según la cual, «cuando un niño cumple su primer mes de vida, se le destina una figura de tigre a manera de patrono. Además, para alejar a los demonios que amenazan al niño, prudentes padres han puesto a sus hijos nombres repugnantes como "hija de porquería", "niño malvado" o, simplemente, "suciedad". El espíritu de los nuevos tiempos dejó surgir nombres no menos caprichosos: "Sirve al Pueblo", "Defiende a Oriente" y "Pequeño Ejército" se codean, hoy en día, en el aula escolar.» (1985. La causa de los niños. Barcelona: Paidós, p.113). Es decir, que sobre los nombres se ha escrito mucho y mejor de lo que pueda hacerlo yo (recuérdese aquél misterioso "Yo soy el que Soy" bíblico: eso sí que es un nombre, y lo demás son tonterías) .

Parece haber consenso en casa: el nombre no será ninguno de los existentes en las familias. Se cuenta que a mí me pusieron David, a secas, para fastidiar a mi abuelo paterno, quien exigía un Rafael, después de que le hubieran puesto a mi hermano mayor Rubén-Luis, en honor al abuelo materno y al bisabuelo paterno, respectivamente. Vamos, que nosotros somos la primera generación, de tres seguidas como mínimo, en la que no figura ningún Rafael y ningún Belisario, nombres que en mi familia han sido como el de Aureliano en aquellos famosos Cien años de soledad.

Esta mañana, Marina ya se ha civilizado un poco y se ha decantado por Rosa como su mejor opción. Hay algún motivo para descartar ese nombre, pero eso es ya otra historia...

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Buceando por la red:

Sobre nombres curiosos: Yahoo le han puesto a un niño. La discusión posterior no tiene desperdicio, pero me quedo con este comentario: «mi hijo se llamará “eroski de la plaza San Miguel”». El resto de los comentarios está aquí.



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jueves, 17 de julio de 2008

Llevaba pasamontañas y una pistola en la mano...

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Es la primera vez que soy testigo de una secuencia así desde el balcón de mi casa, y no sé cómo habrá afectado esto al futuro ser.

Hace unos años, se había instalado en lo que ahora es un restaurante italo-pakistaní un bar de copas en el que se reunía lo "mejor" de Barcelona. Desde el balcón habíamos presenciado escenas de todo tipo, en especial los sábados por la noche, que es cuando libran de trabajar los clientes de este tipo de locales: desde una chica que se sacaba el zapato de tacón y arremetía con él a todo el que se le acercase, hasta otra que, borracha y desengañada por temas de desamor, empezaba a romper con su puño todas las lunas traseras de los coches que, a su paso, encontraba aparcados. Una de las situaciones más violentas y tensas la vivimos durante el primer embarazo, es decir hace justo cuatro años. Un muchacho muy irritado hablaba por móvil en idioma Rambo o Harry el Sucio. "Que te jodan a ti y a las putas que van contigo" vociferaba mientras empezaba a tumbar las motos que encontraba por la acera. Luego se quitaba la camiseta para mostrar a las transeúntes el resultado de su trabajo en el gimnasio. El tipo de clientes de aquel bar, ya desaparecido, invierte mucho, no sólo en sustancias estupafacientes sino también en pesas. Aquella vez, los vecinos salimos todos al balcón y empezamos a recriminarle al chico y a su compinche lo de las motos. Al final se montaron en un coche y salieron del barrio, no sin antes mentarnos a la madre de cada uno de nosotros.



En este tipo de situaciones lo único que me calma es un vaso de ron o de aguardiente del que hace mi suegro en Galicia. Curiosamente ayer el trago de ron me lo tomé por la mañana cuando me enteré de una mala noticia que ahora no viene a cuento relativa a mi futuro académico. En cambio por lo noche, después del episodio más violento que he presenciado en mi vida, no me tomé nada.


Marina se adentraba en la historia de Guillermo Tell contada por las trillizas de Roser Capdevila, mientras nosotros veíamos Hospital Central. Lo de un miércoles cualquiera de verano, vamos. Lo que no es habitual un miércoles cualquiera es escuchar gritar "Policía, policía". Pero menos todavía es oír un sonido parecido al de un petardo seco o al de un globo que explota, salir al balcón y, como en cámara lenta, porque estas cosas siempre se quedan grabadas así en la retina, ver a un individuo con pasamontañas y una pistola en la mano salir del bar que hay junto al que ahora es un italo-pakistaní, seguir su recorrido por la calle desierta y verlo escaparse por la calle Sant Joaquim.

Segundos después salían del bar los dueños, que se abrazaban con un pekinés en el regazo, aliviados por el desenlace no fatal de la escena. Han salido vecinos y los dueños del restaurante de enfrente. Después, hasta el balcón han llegado algunas declaraciones sueltas a la policía: que una clienta le había roto una silla en la espalda al atracador, que otro se había avalanzado sobre él, que el individuo había soltado un disparo en el interior del local antes de "tocar el dos", que el pasamontañas era blanco, que "porque eramos sólo cuatro que, si no, lo pillamos y...".

Como hay que encontrarle un aspecto positivo, se me ocurre que esto puede convertirse en un nuevo atractivo turístico para el barrio o la ciudad. Lo estoy viendo: "Paséese por el Bronxcelona (o el Gracia-Bronx o el Bronxaimple) y presencie un atraco en directo. Tiros y peleas, al más puro estilo Rambo. No se lo pierda. Casi todas las noches de verano en las calles de Bronxacia. El ayuntamiento facilitará chalecos antibalas".



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lunes, 14 de julio de 2008

Volver

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"Elhermanito" actúa como un somnífero y anoche Cristina y él/ella se fueron a dormir pronto. Marina y yo nos quedamos viendo Volver, de Almodóvar, en la primera. Se quedó enganchada de tal manera que no quería irse a hacer un pis ni en los anuncios, pero al cabo de una hora se quedó frita en el sofá. Es su primer largometraje "serio". El problema es que o vemos la película o respondo a todas sus preguntas: "¿Por qué se ha ido ese señor?" "¿Por qué están en el bar?", "¿Por qué está muerta esa señora?" (en referencia a Carmen Maura) "¿Por qué llora?" (Penélope Cruz).... en fin. Si respondo a sus preguntas, cada vez nos enteramos menos de la película y hay más preguntas, y todo se convierte en un círculo viciosísimo de preguntas, ya sin respuestas. Lo de Carmen Maura me ha ido de perlas para decirle a Marina que las personas que se mueren, además de irse a volar por las nubes (que es por ahora, lo único que sabe de los muertos), a veces bajan a visitarnos y charlan con nosotros. Así, la cosa queda menos traumática, que a estas edades no hay quien digiera determinadas trascendencias.

Hoy supongo que seguiremos, porque la grabé y tendremos que ver cómo acaba.

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Si el Dr. House escribiera esto....

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...diría que el parásito mide ya siete centímetros y que se mueve como un condenado.
Vamos, que para dormir tendría que cambiar la cáscara de nuez por la funda de unas gafas, por ejemplo. Por lo demás, todo parece ir bien.

Mis náuseas, aquel viejo recuerdo del primer fin de semana tras la noticia, han desaparecido, pero se acentúan en la portadora del parásito. Hay pastillas (Caribán) pero esta vez tenemos otra actitud ante el segundo embarazo, no sé si más o menos acertada que en el primero, y queremos que todo transcurre con la máxima naturalidad posible. Por eso estamos renunciando, en la medida de los posible, a la medicalización del embarazo, y también lo intentaremos con el parto.

El 30 de este mes, la amnio. Es el momento más delicado. Con Marina nos tocó el día de Sant Jordi (23 de abril) y nos comimos una tarta conmemorativa para celebrarlo ya que no pudimos ver las calles engalanadas (es necesario reposo absoluto durante 24 horas, para los no entendidos/no embarazados/no padres).

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martes, 8 de julio de 2008

Redes 447: El cerebro del bebe

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www.Tu.tv


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domingo, 22 de junio de 2008

El guardián entre el centeno

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Artículo de Gustavo Martín Garzo publicado en El País, el domingo 15 de junio de 2008.

Suscribo todo, pero he resaltado el texto que más a captado mi atención:

LA EDUACIÓN DE LOS NIÑOS

En una ocasión, Fabricio Caivano, el fundador de Cuadernos de Pedagogía, le preguntó a Gabriel García Márquez acerca de la educación de los niños. "Lo único importante, le contestó el autor de Cien años de soledad, es encontrar el juguete que llevan dentro". Cada niño llevaría uno distinto y todo consistiría en descubrir cuál era y ponerse a jugar con él. García Márquez había sido un estudiante bastante desastroso hasta que un maestro se dio cuenta de su amor por la lectura y, a partir de entonces, todo fue miel sobre hojuelas, pues ese juguete eran las palabras.

Es una idea que vincula la educación con el juego. Según ella, educar consistiría en encontrar el tipo de juego que debemos jugar con cada niño, ese juego en que está implicado su propio ser.
Pero hablar de juego es hablar de disfrute, y una idea así reivindica la felicidad y el amor como base de la educación. Un niño feliz no sólo es más alegre y tranquilo, sino que es más susceptible de ser educado, porque la felicidad le hace creer que el mundo no es un lugar sombrío, hecho sólo para su mal, sino un lugar en el que merece la pena estar, por extraño que pueda parecer muchas veces. Y no creo que haya una manera mejor de educar a un niño que hacer que se sienta querido. Y el amor es básicamente tratar de ponerse en su lugar. Querer saber lo que los niños son. No es una tarea sencilla, al menos para muchos adultos. Por eso prefiero a los padres consentidores que a los que se empeñan en decirles en todo momento a sus hijos lo que deben hacer, o a los que no se preocupan para nada de ellos. Consentir significa mimar, ser indulgente, pero también, otorgar, obligarse. Querer para el que amamos el bien.Tiene sus peligros, pero creo que éstos son menos letales que los peligros del rigor o de la indiferencia.

Y hay adultos que tienen el maravilloso don de saber ponerse en el lugar de los niños. Ese don es un regalo del amor. Basta con amar a alguien para desear conocerle y querer acercase a su mundo. Y la habilidad en tratar a los niños sólo puede provenir de haber visitado el lugar en que éstos suelen vivir. Ese lugar no se parece al nuestro, y por eso tantos adultos se equivocan al pedir a los pequeños cosas que no están en condiciones de hacer. ¿Pediríamos a un pájaro que dejara de volar, a un monito que no se subiera a los árboles, a una abeja que no se fuera en busca de las flores? No, no se lo pediríamos, porque no está en su naturaleza el obedecernos. Y los niños están locos, como lo están todos los que viven al comienzo de algo. Una vida tocada por la locura es una vida abierta a nuevos principios, y por eso debe ser vigilada y querida. Y hay adultos que no sólo entienden esa locura de los niños, sino que se deleitan con ella.

San Agustín distinguía entre usar y disfrutar. Usábamos de las cosas del mundo, disfrutábamos de nuestro diálogo con la divinidad. Educar es distinto a adiestrar. Educar es dar vida, comprender que el dios del santo se esconde en la realidad, sobre todo en los niños.
En El guardián entre el centeno, el muchacho protagonista se imagina un campo donde juegan los niños y dice que es eso lo que le gustaría ser, alguien que escondido entre el centeno los vigila en sus juegos. El campo está al lado de un abismo, y su tarea es evitar que los niños puedan acercarse más de la cuenta y caerse. "En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos". El protagonista de la novela de Salinger no les dice que se alejen de allí, no se opone a que jueguen en el centeno. Entiende que ésa es su naturaleza, y sólo se ocupa de vigilarlos, y acudir cuando se exponen más de lo tolerable al peligro. Vigilar no se opone a consentir, sólo consiste en corregir un poco nuestra locura.

Creo que los padres que de verdad aman a sus hijos, que están contentos con que hayan nacido, y que disfrutan con su compañía, lo tienen casi todo hecho. Sólo tienen que ser un poco precavidos, y combatir los excesos de su amor. No es difícil, pues los efectos de esos excesos son mucho menos graves que los de la indiferencia o el desprecio. El niño amado siempre tendrá más recursos para enfrentarse a los problemas de la vida que el que no lo ha sido nunca.
En su reciente libro de memorias, Esther Tusquets nos cuenta que el problema de su vida fue no sentirse suficientemente amada por su madre. Ella piensa que el niño que se siente querido de pequeño puede con todo. "Yo no me sentí querida y me he pasado toda la vida mendigando amor. Una pesadez". Pero la mejor defensa de esta educación del amor que he leído en estos últimos tiempos se encuentra en el libro del colombiano Héctor Abad Faciolince, El olvido que seremos. Es un libro sobre el misterio de la bondad, en el que puede leerse una frase que debería aparecer en la puerta de todas las escuelas: "El mejor método de educación es la felicidad". "Mi papá siempre pensó -escribe Faciolince-, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo". Y unas líneas más abajo añade: "Ahora pienso que la única receta para poder soportar lo dura que es la vida al cabo de los años, es haber recibido en la infancia mucho amor de los padres. Sin ese amor exagerado que me dio mi papá, yo hubiera sido mucho menos feliz".

Los hermanos Grimm son especialistas en buenos comienzos, y el de Caperucita Roja es uno de los más hermosos de todos. "Érase una vez una pequeña y dulce muchachita que en cuanto se la veía se la amaba. Pero sobre todo la quería su abuela, que no sabía qué darle a la niña. Un buen día le regaló una caperucita de terciopelo rojo, y como le sentaba muy bien y no quería llevar otra cosa, la llamaron Caperucita Roja". Una niña a los que todos miman, y a la que su abuela, que la ama sin medida, regala una caperuza de terciopelo rojo. Una caperuza que le sentaba tan bien que no quería llevar otra cosa. Siempre que veo en revistas o reportajes los rostros de tantos niños abandonados o maltratados, me acuerdo de este cuento y me digo que todos los niños del mundo deberían llevar una caperuza así, aunque luego algún agua-fiestas pudiera acusar a sus padres de mimarles en exceso. Esa caperuza es la prueba de su felicidad, de que son queridos con locura por alguien, y lo verdaderamente peligroso es que vayan por el mundo sin ella. "Si quieres que tu hijo sea bueno -escribió Héctor Abad Gómez, el padre tan amado de Faciolince-, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad".


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lunes, 9 de junio de 2008

5. Pau Riba

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Sigo con el diario del embarazo, bifurcaciones y aledaños.

Ayer domingo, en "Qui els va parir" (TV3), Pau Riba, tras ser interrogado por qué estilo de educación prefería, respondió "No", a lo que el entrevistador adujo que semejante respuesta no tenía sentido.

Riba aclaró que como no creía en la educación, tampoco podía decantarse por ningún estilo de educación, que somos los padres quienes nos educamos con los hijos, sobre todo si abrimos los ojos y las orejas, en un proceso que dura toda la vida. Haro Tecglen prefería el republicano término "instrucción" a "educación", porque este último comparte origen etimológico con "dictadura" y "Duce". Por eso existe un juez de instrucción, que se instruye, se informa de las actuaciones que desembocarán o no en un juicio. El niño hace lo mismo desde que nace: se instruye, es sujeto activo, no pasivo como a veces se intenta hacer creer. No necesita a nadie que venga desde fuera a educarlo. En todo caso, necesita como mucho a alguien que actúe como guardián entre el centeno: agazapado para actuar sólo en caso de peligro.

Hoy le han tomado medidas al nasciturus: 231 milímetros (podría dormir en una nuez). Nos dice la doctora que todo va bien... ¡porque Cristina está muy mal! (por las náuseas). Son las hormonas en movimiento que ha puesto en marcha 231, y que son síntoma de vitalidad y salud. La Marina (mi hija, no mi madre, ni el ejército correspondiente) me ha enseñado estos años que no es necesario educar a nadie y que nadie necesita ser educado por mí. Del mismo modo, esta personilla ya se está alimentando sin necesidad de que su madre haga nada por ella, y ha empezado su proceso de autogestión, ahora de sus alimentos, su descanso y sus posturas intrauterinas... más tarde, espero, de sus ideas, sentimientos, relaciones y experiencias.
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4. Decíamos ayer...

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Hoy que he decidido retomar esto, caigo en que justo se cumple un mes de que nos enteramos de nuestro nuevo estado. Esta coincidencia, con la que tanto disfrutará M. se une a otra en la que, a buen seguro, también reparará: la fecha prevista de nacimiento es el 16 de enero, que es el 26 aniversario de la muerte de la única abuela que he conocido. M. da mucho valor a estos datos simbólicos. Yo como bueno gallego por osmosis que soy, ni le doy valor a estas coincidencias ni se lo dejo de dar. Sólo las constato y las recopilo.

Recapitulación:

Mi padre me debe 7 u 8 menús. Le cobro en especie así los 71 euros que tuve que abonar al laboratorio para que me comunicasen si tenía o no los anticuerpos de la varicela debido a su falta de memoria. Ayer se lo eché en cara y le impuse esa penalización. La cuestión es que me libro, porque parece que la pasé y, por ahora, Marinita se ha salvado puesto que ya ha pasado el tiempo de incubación que, según nuestros cálculos, acabó el 6 de junio.

Se cierra así el capítulo de la varicela.
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martes, 13 de mayo de 2008

3. Habemus varicelam?

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Día mundial de la varicela (si mi casa=el mundo)


Nunca antes tan poca gente había hablado tanto en tan poco tiempo de la varicela, sus consecuencias, sus períodos de incubación, las fases de contagio, y la tranquilidad de saber que Cristina ya la ha pasado y el nuevo ser no se verá afectado.


Hoy nos hemos enterado de que un compañero de Marina tiene la varicela. Marina no la ha pasado, yo tampoco, Cristina sí. Esta combinación ha generado una cuarentena de llamadas para confirmar, y recontraconfirmar lo que más o menos intuíamos: que si la gestante tiene los anticuerpos no hay posibilidad de transmitir la enfermedad al niño que lleva dentro. La primera llamada ha sido a Sanitat Respon (902111444), un servicio muy eficaz que responde a todo tipo de dudas médicas. Ha sido el primer alivio, porque el renacuajo seguro que no corre peligro. Luego, la siempre dispuesta, amable, eficaz y documentada Alba, de la asociación que lleva su nombre (http://www.albalactanciamaterna.info/) nos reconfirma la reconfirmación.

Respiramos.


Ahora me toca a mí. Conocía las complicaciones de la varicela en la edad adulta, pero mi informante me comunica el caso reciente de una abuela (muy mayor, espero) contagiada de varicela por un nieto, y del trágico desenlace: la abuela se ha ido junto con la varicela y "la pálida dama" al otro barrio. Dedos para qué os quiero, por si mi hija incuba los anticuerpos y desarrolla la enfermedad de aquí a dos o tres semanas, me he puesto a averiguar si realmente yo tampoco la había pasado de pequeño. Conclusión: nadie se acuerda. Para esto tenemos padres: para que no se acuerden de las cosas trascendentales de la infancia y nos den estas emociones en la edad adulta. Llamadas a Salut Pública para saber dónde me vacuno. Una funcionaria de las que tienen claras sus funciones, me remite al CAP que me remite a Salut Pública. En el CAP al final me remiten a mi médico de cabecera: un dechado de eficacia informativa vamos.

Al final creo que me tocará hacerme una analítica por lo privado. Tiene cojones: 25 años cotizando a la seguridad social para tener que pagarme un análisis de sangre y, si procede, una vacuna.






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lunes, 12 de mayo de 2008

2. Ça marche

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12-5-08

Mis síntomas por solidaridad siguen en marcha. Todo el día he estado con malestar. La psicosomática gastroenteritis que empezó ayer (el "gato enterito" que, según mi padre, dicen en Cuba) sigue su curso, aunque con más suavidad.


Ya está enterada la familia directa al completo. Los demás os enteraréis por este medio un día de éstos y en diferido.


Hoy me han corregido en casa cuando le he dicho a alguien por teléfono que el embarazo es de unas tres semanas. La cuestión es que aunque sea verdad, paradójicamente la gestación es de cinco semanas por esas cuentas que hay que hacer sobre el fin del ciclo, la ovulación y no sé qué.


Marina sigue organizándole la vida a su madre: "Mamá, no puedes tomar cocacola porque tiene cafeína, y le va mal al hermanito", le ha soltado esta mañana tras consultarme a mí.


Surgen las primeras dudas metodológicas sobre el cuaderno de bitácora de una gestación. ¿A quién le interesa todo esto? ¿Debo restringir el acceso a este diario?
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domingo, 11 de mayo de 2008

1. Náuseas

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El viernes pasado, tras unos minutos de idas y venidas de la sala al lavabo, aparecieron sendas rayas de color rosa en las dos ventanitas de un tubo de plástico previamente adquirido en la farmacia. Por la mañana, Cristina ya había notado unas extrañas náuseas, y dos días después yo también llevo con vómitos y náuseas toda la tarde-noche de este desapacible domingo de mayo, digo yo que para solidarizarme con la situación: no me entra ni un triste vaso de agua a sorbos.

En cualquier caso, tras algunas lecturas sobre las diversas teorías psicológicas que fundamentan el síndrome de Couvade (del francés couver=criar), me quedo con la explicación de que estoy afectado por el tal síndrome "por simpatía": vamos, que no hay nada mejor que vivir en tus carnes un embarazo para comprender a las embarazadas y hacerles la vida más fácil. Es lo que pasa con las enfermedades o los pleitos judiciales, por ejemplo: si se viven las experiencias en primera persona, se comprenden mejor los problemas por los que pasan los enfermos o los demandados, respectivamente. Que se lo pregunten, si no, a Albert Espinosa, que hizo Planta 4ª tras pasar 10 años en un hospital afectado por un cáncer, y ahora se dedica, entre sus polifacéticas actividades, a la loable y necesaria tarea de asesorar a médicos y personal sanitario sobre el mejor modo de tratar a los pacientes y de acondicionar los hospitales.

Total, que hoy hemos celebrado los 65 años de mi suegro, y nosotros, como para compensar el gasto en que incurrirá la Administración por tan jubiloso evento, traeremos a este nuevo contribuyente al mundo para enero de 2009.

Según las cuentas, el bicho debe de tener unas dos o tres semanas de vida y el aspecto de aquellos ancestros que x millones de años antes de nuestra era habitaban los mares y los ríos.

Marina, que desde hace tres años y medio es el epicentro de esta familia, está entusiasmada. Primero se enfadó por no haber asistido al momento exacto de la introducción del nuevo ser en la "panxa" de mamá. Pero tras esa primera desilusión, ha ejercido de portavoz oficial de la familia: "mamá tiene un hermanito en la panxa" es la frase más repetida cada vez que habla con alguien por teléfono o en persona. Está cuidando mucho a su madre: demasiado según ésta última ("esto no te va bien para el hermanito, aquello no lo puede comer mamá porque tiene un hermanito...").

No sé si ésta será la primera y última entrada de este blog o si tendré suficiente constancia como para que llegue con vida por lo menos hasta el día del alumbramiento del ser en proyecto (bueno, la víspera, porque el propio día estaré para menesteres distintos que escribir cuatro comentarios anti-alzheimer en un cuaderno virtual). Lo cierto es que, como estamos en el mundo, entre otras cosas, para dejar huella y para que nos quieran y recuerden, espero que esto contribuya en algo a tan ambicioso objetivo.


Para más información sobre el "embarazo masculino" y el síndrome de Couvade, véase



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